Caminaba solo, su amor propio quedó perdido al doblar una esquina, altavoces de
luz proclamando felicidad borraron su sombra, villancicos escondidos en portales
cerrados agriaron su corazón,…su mente giraba, torbellino recurrente que le llevaba
a la sima,…sólo caminaba. Personas sin rostro y colores difusos pasaban a su lado,
parecían mirarle,…no le veían.
Buscaba solo, una mirada, un motivo, un asidero en su mente, un resquicio por donde
escapar, un buen recuerdo quizá…el vacío respondía. Sólo buscaba…un solo camino
aparecía…
Una voz se acercó, ¿tiene fuego, acaso un cigarrillo? Giró su cabeza, también su
alma. La voz le miró, y los ojos le sonreían…gracias caballero, Feliz Navidad,… y le
vio retirarse a su castillo de cartón, con cimientos de soledad construido y acantilados
de pasos anónimos a su alrededor.
Continuó caminando, gratitud por compañera. Un invisible le vio, gracias a usted
señor, le había dicho como adiós. Era alguien, aún ocupaba un espacio, sitio que otro
no podía llenar. Una escala descendía hasta su conciencia. Su autoestima, su sombra,
su corazón arriba asomaban…, desconfiaba, equilibrio inestable en el ascenso, vientos
que atrapaban, mucho lastre por soltar…tres o cuatro peldaños…poco quizás, pero un
comienzo…
No fue un ángel en prácticas quien le habló, ni él James Stewart, ni Frank Capra
medió…sólo dos soledades encontradas en lo “invisible”, agradecidas, porque a pesar
de todo quizás pensaron “…bello es vivir”.
Necesidad del otro para ser yo, tal vez un nosotros.
